lunes, 17 de diciembre de 2012

La noche necesita amantes para arder

/Poesía de Aura María Vidales

Primera parte

Muérdame estos labios
la boca, toda.
Tóqueme adentro, los extremos
haga de mí el incendio y la llanura
la sed de todas las aguas
la sombra de su luz
el sitio del acomodo.
§
No duerma para soñar
viva en vela
hasta las últimas consecuencias, ámeme.
Suplico morir
en el transcurso de la danza
del fuego purificador y pálido
que arde y lame la herida
cura y abre una llaga exquisita.
§
Necesito que venga por mí
me recoja de esta triste que soy.
Y diga: —Señora y dueña mía
los días están contados para amar
habremos de morir pronto
no desperdiciemos el tiempo de nuestra piel.
Amado, muerte a tiempo
estoy aquí tendida, entera.
Entra.

Segunda parte

No siempre fui tradicional.
Me gustaba dejar que el viento
aligerara mi vestidura y mi cabello.
Oír cómo su ráfaga felina rasgaba mi piel.
En calles que no iban a ninguna parte
extraviaba algunos besos.
Ahí en esa esquina te invité
adolescente al amor.
Eras un ángel.
§
La noche necesita amantes para arder.
Amantes en la lluvia, en los hoteles,
en las casas, en los parques.
Se necesitan ventanas húmedas
del aire que exhalan los amantes
alientos de una lucha piel a piel.
Se necesitan cuerpos recobrados
bañados en la caricia del encuentro
talles descubiertos, pies descalzos.
Se necesitan espaldas y dorsos
dulcemente acomodados.
Que se amen los jóvenes y los viejos
los tristes y los alegres
los solos y los acompañados.
Porque la noche, esta noche, necesita arder.
§
Tengo la piel enferma de soñar
y una fantasía desnuda
se mece en mis adentros.
No puedo abrir el libro de la carne
estoy escondida más adentro de mí
la devoción me impide tocar
aquello a lo que no estoy consagrada.
Me estremece el sueño
la posibilidad que se quedó
en una esquina, esa luna llena
de algún mes de octubre.
La soledad y el poeta ataviado de negro
y sus ojos que vigilan todos los movimientos
de mi falda. Soy aquélla y soy distinta
no puedo responder a ningún otro amor
tengo las manos atadas por mi voluntad.

Tercera parte

Es que mi ser ya no existe
es el alma quien te ama, no la piel
es la mirada, no los ojos, quien llora.
§
Aquí la noche cercada, amurallada
al dolor que canta.
Esta nueva ausencia que nunca estuvo
llega a cubrir y a borrar recuerdos
a insertar tu fama eterna
a entreabrir esos tus ojos
que jamás llorarán por mí.
§
Vengo a abrir una ventana en esta pared
para que ya no sea triste la oficina.
A clavar una palabra, un poema
a abrir una puerta a la eternidad de enfrente
a la ciudad que imaginamos, al río
al tren, a la aventura y a una fuente.
Vengo a abrir una ventana, una carta
un telegrama como un espejo
derribar el muro, pasar la muerte.
Para que cada vez que te asomes
y mires tu paisaje de nuevo
veas más lejos del horizonte
que sólo lo que amamos puede ser.
§
Habitar tus manos
y las sagradas migajas
de tu cuerpo desgajado.
§
Amor que llegas dolido, húmedo
entero en tus migajas, recuéstate
en mi regazo de mar, en mi piel
abierta a la sagrada caricia
que acaso imaginas.
Varón aquí tendrás resguardo
un corazón latiendo por el tuyo
una mujer arrodillada
un pan en la mesa y silencio.
Aquí estarán tus ojos en mis ojos
compartiendo desde siempre
el llanto que heredamos
de quién sabe qué recónditos
parajes. Aquí la noche y la luz.
Escribo para acariciar tu alma
llegar a tus heridas y beberlas
con la ternura de la fiera doblegada
al abrevar en mansas aguas... 

Aura María Vidales. 


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