El infortunio nos puso en contacto año y medio después del desastre.
La ví tan bonita como el día aquel de mayo cuando comencé a necesitarle y la necesité otra vez.
Platicamos de nuestras nuevas vidas sin ahondar en detalles, del infortunio que nos tenía ahí reunidos y demás cosas triviales.
El viento de Febrero mecía su cabello, vestía blusa azul, pantalon de mezclilla y los tenis morados. Pasamos esa tarde juntos y como en nuestros mejores tiempos, recorrimos el supermercado de la mano, bromeamos y reímos un poco, al final de la tarde nos abrazamos y nos dijimos lo mucho que nos extrañabamos.
Nos despedimos y quedamos de marcarnos por cualquier cosa.
Cualquier cosa nunca más sucedió.
Y nunca más la ví.
No hay comentarios:
Publicar un comentario